Cuando toca elegir entre vino roble o crianza, comienzan a surgir las dudas. Cada vino tiene sus características particulares. Incluso si saboreas dos vinos catalogados como “roble”, verás que no saben igual. Pero, ¿cuáles son las verdaderas diferencias entre estos dos tipos de vinos? En este artículo, te llevaremos a través de un recorrido por el mundo del vino roble y el vino crianza para despejar todas tus dudas.

 

¿Qué es un vino roble?

El vino roble es aquel que ha pasado un periodo de tiempo en barricas de roble, aunque este periodo suele ser menor que en los vinos de crianza. Generalmente, un vino roble reposa entre 2 y 12 meses en barrica. Durante este corto período de tiempo, el vino hace suyas algunas de las características propias del roble, como los taninos y aromas sutiles a madera, vainilla o cacao.

 

A pesar de su breve paso por la barrica, estos vinos suelen presentar una estructura y cuerpo notable, con un balance interesante entre la frescura del vino joven y las sutilezas aportadas por el roble.

 

¿Y un vino crianza?

Por su parte, el vino de crianza tiene requisitos más estrictos en cuanto a su tiempo de maduración en barrica y en botella. Por ley, en muchas denominaciones de origen, un vino tinto solo puede ser catalogado como “crianza” si ha pasado, como mínimo, 24 meses madurando, de los cuales al menos 12 deben ser en barrica de roble. Para los vinos blancos y rosados, este periodo es de 18 meses, con un mínimo de 6 en barrica.

Esto significa que un vino crianza ha tenido más tiempo para integrar y equilibrar los sabores y aromas del roble con los del vino original. Por lo general, presentan mayor complejidad y profundidad que los vinos roble.

 

¿Cuál es mejor, vino roble o crianza?

La respuesta a esta pregunta es subjetiva, pues depende del gusto de cada persona. Mientras que el vino roble tiende a ser más frutal y fresco, con toques sutiles de madera, el vino crianza se presenta más evolucionado, con una paleta aromática y gustativa más compleja y matizada.

Algunos amantes del vino prefieren el carácter vibrante y directo del vino roble, mientras que otros se inclinan por la riqueza y sofisticación del crianza. Lo importante es degustar y decidir cuál se adapta mejor a tu paladar.

 

La magia de la crianza en barricas de roble

La barrica de roble no solo aporta sabor y aroma al vino, sino que también permite una microoxigenación que suaviza los taninos y mejora la textura del vino. Es un proceso artesanal donde la madera y el vino interactúan, creando una sinfonía de sabores y aromas que resultan en un producto final exquisito y único.

La elección del tipo de roble (americano, francés, húngaro, entre otros), el tamaño de la barrica, el tiempo de tostado y el tiempo que el vino permanece en ella, son decisiones cruciales que determinarán el perfil final del vino.

 

Entrechuelos Roble: un emblema de Bodega Miguel Domecq

Dentro del amplio abanico de vinos roble, “Entrechuelos Roble” destaca como una joya en la corona de la Bodega Miguel Domecq. Este vino es un testimonio del compromiso de la bodega con la excelencia y la tradición.

Con una crianza de varios meses en barrica de roble, Entrechuelos Roble presenta un equilibrio perfecto entre la fruta y la madera. Sus aromas recuerdan a frutos rojos maduros, mezclados con notas de vainilla y especias. En boca, es redondo y aterciopelado, con una persistencia que invita a tomar otro sorbo.

Si aún no has tenido la oportunidad de degustar este vino, te invitamos a hacerlo. Es una experiencia que todo amante del vino debe vivir al menos una vez en su vida.

 

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